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Minerva se pregunta, si en la oficina, a la izquiera del reloj de pared con forma de óvalo y manecillas torpes, dándole esquinazo a la mesa, subiendo las rodillas lo justo para sobrevolar el bolso de ante marrón, tratando de no tropezar con el cable de las fotocopiadoras, entre las llamadas de bienvenida, los nulos, y las incidencias, no confundirse con los no localizados, habrá también un fichero azul y perfecto, donde archivar el desencanto.